martes, 30 de diciembre de 2008

"La soledad de América Latina"

La soledad de América Latina
[Discurso de aceptación del Premio Nobel 1982 -Texto completo]
Gabriel García Márquez
Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.
Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonios más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.
La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.
Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. En este lapso ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa occidental desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi los 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 mil muertes violentas en cuatro años.
De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 10 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América latina, tendría una población más numerosa que Noruega.
Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.
Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.
No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.
América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.
No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.
Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.
Un día como el de hoy, mi maestro William Faullkner dijo en este lugar: "Me niego a admitir el fin del hombre". No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.
Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido.
Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Iliada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.
En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía. Muchas gracias.
FIN

Para visitar

Artículo de opinión de Umberto Eco
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=910427


Entrevista a Beatriz Sarlo

Mi recomendación

Elena Poniatowska, enorme escritora, autora de Hasta no verte Jesús mío, Lus, Luna y las Lunitas, La noche de Tlatelolco, entre otras.



(Entrevista)
Elena Poniatowska presenta en Montevideo "La piel del cielo", Premio Alfaguara de Novela 2001.
"Además de hablar mal porque aprendí el español en la calle, hubiera querido aprender a tener una metodología que no tengo, a leer a los clásicos. Yo leí 'Platero y yo' cuando tenía como 49 años, leí todo tardísimo. Si hubiera tenido una vida académica sería un poquito más preparada".
En PERSPECTIVA,Viernes 08.06.01 - Hora 11.05DIEGO BARNABÉ.
Nuestra invitada de esta mañana nació en París en 1932, aunque vive en México desde 1942. Es periodista y escritora, su obra abarca todos los géneros literarios y periodísticos, novelas, cuentos, crónicas, ensayos, entrevistas y libros para niños y ha sido traducida a una decena de idiomas. Llegó a Montevideo a presentar su última novela, "La piel del cielo", que ganó el Premio Alfaguara de Novela 2001.
-Elena Poniatowska, ¿qué es Uruguay para usted?
-ELENA PONIATOWSKA: Como usted dijo [antes de empezar la entrevista], la tierra de Felisberto Hernández. También, para mí, la del general Líber Seregni, por quien tengo una enorme admiración. He tenido noticia de Uruguay por el lado de Galeano, que va mucho a México; escribe para el mismo periódico para el que yo escribo, La Jornada. He leído todas sus "Memorias del fuego", "Las venas abiertas de América Latina"... También he leído a otros escritores y a la gran poeta que siempre me conmueve, que es Idea Vilariño.DB
- La primera referencia sobre usted la tuve en mi adolescencia, cuando mi hermano me mostró un día un libro llamado "Querido Diego, te abraza Quiela". En realidad me llamó la atención un libro en su biblioteca que llevaba mi nombre como título, pero en realidad se trataba de otro Diego. ¿De qué Diego se trataba?
EP - De Diego Rivera, el pintor.
DB - Un libro que recoge correspondencia.
EP - Es un libro de amor, son cartas de amor. En México me encargaron que hiciera una biografía de la segunda mujer de Diego Rivera, Lupe Marín; no quisieron la biografía sino que prologara dos novelas que ella había escrito, medio malonas pero que de todos modos reflejan una época, que se llamaban "La única india patrio". Cuando me lo pidieron empecé a leer una biografía de Diego Rivera, de un escritor comunista, Bertrand Wolf, que se llamaba "The Fabulous Life of Diego Rivera". La leí y me encontré con una primera mujer de Diego Rivera, Angelina Veloz, que me impresionó mucho porque era una rusa blanca que le dio todo, que tuvo con él el único hijo que él tuvo; tuvo dos hijas mujeres con Lupe Marín pero no tuvo nunca un hijo hombre. El niño murió de meningitis y de frío en París después de la Primera Guerra Mundial. Diego Rivera se aburrió de los franceses, de los cielos grises y de la piel que se arruga en los codos y decidió venirse a México, donde el cielo ahora ya no está tan azul. Aquí se enamoró de Lupe Marín y olvidó por completo a Angelina Veloz, que jamás lo olvidó. El le dijo "voy a mandar por ti" pero nunca mandó por ella. Ella de todos modos decidió ir a México, supo que él iba a estar en el teatro de Bellas Artes, que es un edificio muy impresionante, se sentó al lado de un pasillo para verlo pasar de cerca y para que él la viera. El pasó junto a ella y no la reconoció. Esta historia me impactó mucho y decidí escribirle las cartas a Diego Rivera que posiblemente Angelina Veloz le habría escrito.
DB - A propósito de Diego Rivera, no hace mucho tiempo aquí vimos su testimonio en ese fantástico documental "Asaltar los cielos", sobre Trotsky y la forma en que fue asesinado en México.
EP - Eso fue en los años 30 y yo nací en 1932, era muy chica. Sí conocí a fines de los 50 y principios de los 60 la cárcel de Lecumberry, donde estaba preso y por una equivocación Ramón Mercader, el que mató a Trotsky. Era un señor algo gordo, que se veía que estaba muy tranquilo con su conciencia y consigo mismo, que arreglaba todas las radios de la cárcel, todos los aparatos eléctricos. Los presos lo querían mucho por eso, porque les componía todos sus medios de comunicación con el exterior. Me lo presentó el general Martín del Campo y después me dijo: "El que usted acaba de saludar es el asesino de Trotsky". Quedé horrorizada, me quise lavar las manos.
DB - ¿A partir de ese momento lo transformó en un trabajo periodístico?
EP - No, después hice muchas cosas de la cárcel, pero nunca eso. Se ha escrito mucho sobre Trotsky y su asesinato en México, pero en ese momento no hice ningún trabajo de entrevistar a Ramón Mercader, nunca.
DB - Hablando de su obra más conocida, está "La noche de Tlatelolco", esa crónica desgarradora escrita como testimonio de los terribles sucesos de la matanza de los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas que tuvo lugar en octubre de 1968, que lleva más de 350.000 ejemplares vendidos, ¿no?
EP - Sí.
DB - Es mucho eso, ¿no?
EP - Sí, es mucho.
DB - ¿A qué se debe? ¿Por qué el tema le interesa a la gente?
EP - Los nietos de quienes participaron en el 68 quieren saber qué sucedió, por eso el libro se sigue vendiendo cada año.
DB - Usted quiso publicar el reportaje inicialmente en los medios de comunicación para los que trabajaba, ¿no?
EP - Sí, empecé a llevar material a los periódicos, pero había una censura bárbara, entonces lo guardé. Luego, un día mi editora llegó a casa, igual que con "Querido Diego...", porque somos muy amigas, y me preguntó qué eran aquellas páginas. Le dije que eran los testimonios del 2 de octubre de 1968 y me dijo que ella los publicaba. Su padre entonces era el director de la editorial y recibió muchas amenazas, pero él había estado en la Guerra Civil de España y sabía muy bien lo que eran la guerra, los bombardeos y todo eso, pero corrió el riesgo. Le dijeron que iban a deshacerle la editorial, sobre todo la imprenta, pero no sucedió nada.
DB - Entre otros testimonios estaba el de Oriana Fallaci.
EP - Sí, la fui a ver al hospital francés, donde la habían internado porque recibió dos balazos. Fueron balazos leves pero en la espalda. Toda la gente resultó herida en la espalda, en los glúteos, en los brazos, en la nuca, porque cuando iba corriendo para escapar de la plaza le dispararon por atrás, era una trampa. Iban a ser los juegos olímpicos 10 días después, el 12 se iban a inaugurar, entonces una muchacha que ayudaba a los visitantes extranjeros llegó allí con su uniforme, con los círculos de los juegos olímpicos, y fue baleada por detrás con bala expansiva. Su padre la fue a recoger en el anfiteatro y tenía seis huellas de bala a lo largo de toda la columna vertebral. Oriana Fallaci estaba herida pero levemente, entonces lo único que hacía en el hospital era llamar por teléfono al Parlamento italiano para que no fueran a mandar a la delegación de deportistas en protesta por el 68. Ella había estado en Vietnam, había sido corresponsal de guerra y en ninguna parte del mundo había visto que dispararan sobre una multitud inerme desde arriba, sin aviso. En los bombardeos por lo menos había una sirena que avisaba y la gente se podía meter en algún refugio; era el primer país donde veía que se disparaba sobre la gente.
DB - ¿Qué opina de Oriana Fallaci como periodista?
EP - Es una gran periodista, una periodista extraordinaria que hizo época en un momento dado, que hacía entrevistas buenísimas y muy atrevidas. Recuerdo sobre todo una muy divertida que le hizo a Cayetana de Alba, quien daba siempre las mismas respuestas. Era muy divertida, muy crítica pero muy buena.
DB - A propósito de entrevistas, otra de sus obras destacadas, "Hasta no verte Jesús mío", una novela que ganó el Premio Mazatlán de Literatura 1970, tuvo en el origen una entrevista.
EP - Sí. "Hasta no verte Jesús mío" es un dicho, es un brindis como chin-chin. Se decía porque Jesucristo estaba pintado en el fondo de un vaso, se bebían todo el tequila o todo el alcohol hasta terminar y veían a Jesucristo. Por eso decían "hasta verte Jesús mío", pero como los mexicanos somos tan inseguros y para todo decimos "no", pedimos que nos afirmen en nuestra inseguridad, le puse "Hasta no verte Jesús mío". Es la vida de una soldadera. En México las soldaderas fueron vilipendiadas, muy satanizadas, se decía que eran prostitutas al servicio de los soldados. Entonces yo quise hacer la vida extraordinaria de una mujer y demostrar que sin las mujeres no habría habido revolución mexicana.
DB - A propósito de conexiones entre periodismo y literatura, ¿para usted más de una vez en su obra, en su trabajo estuvieron conectadas, era fácil pasar de uno a otra?
EP - Sí, creo están conectados. Las entrevistas tienen que ser lo más exactas posible porque si no los entrevistados protestan, llegan muchas cartas de protesta a la redacción, así que son muy exactas, pero ya en la ficción uno puede hacer lo que quiere.
DB - ¿Sobre qué temas y por qué usted optó por la ficción, cuando quizás en el origen, como en este caso, hubo una entrevista, un encuentro con un personaje de la vida real?
EP - Siempre he optado por la ficción, pero siempre me he ceñido a la realidad. Tuve una educación en un convento de monjas, en una escuela donde lo único que nos enseñaban era a rezar y confesarnos, entonces la realidad ha sido siempre mi escuela o mi academia. Las entrevistas que hice desde muy joven, con gente que me enseñó mucho como Alfonso Reyes, Octavio Paz, Luis Buñuel, mucha gente que traté en México, los pintores españoles que llegaron después de la Guerra Civil de España en 1939. Todo eso ha sido mi escuela y es lo que he utilizado en los libros, es mi academia. El periodismo también es, en cierta manera, mi modo de estar sobre la tierra y de aprehender el mundo, de intentar entenderlo. No escribo sobre mis estados de ánimo o sobre si mi alma está en estado de zozobra o no, sino más bien sobre la realidad mexicana, porque creo que en México hay muchísimas cosas por descubrir todavía, muchos territorios por descubrir, y además porque también creo que es importante documentar lo que sucede en mi país.
DB - ¿Para qué es útil la ficción para alguien que trabaja y ha trabajado mucho sobre la realidad? ¿A partir de qué momento la ficción puede decir cosas que quizás un testimonio de la realidad no puede decir?
EP - Para mí, la ficción ha sido útil porque puedo insertar mis sentimientos, puedo escoger a quien quiera y no hablar de quien no me interesa. En ese sentido puedo ser bastante más subjetiva. He hecho mucho periodismo, muchas entrevistas que me encargaban, por ejemplo a políticos que no me gustaba nada entrevistar, aunque después, como yo les preguntaba por qué eran ladrones y ese tipo de cosas, el periódico ya no me mandaba porque los entrevistados decían qué clase de cucarachas nos mandan que hacen esas preguntas tan impertinentes y nos ponen en aprietos. El periodismo me ha obligado a hacer cosas que quizás hacía muy mal; todo lo hago más o menos mal, pero la ficción te permite ser tú misma.
DB - Hablando de los políticos, usted no los quiere demasiado, me da la impresión.
EP - No, a ninguno.
DB - ¿No hay excepciones?
EP - Sí, quiero muchísimo y quisiera entrevistar a Nelson Mandela. Hay gente que admiro. Admiro al subcomandante Marcos, admiro mucho al general Líber Seregni; es gente sobre la que quisiera escribir libros, pero no sé si me alcanzarán los años.
DB - Usted ha dicho en Buenos Aires que los dirigentes nunca están a la altura del pueblo, que la gente es muy superior a los políticos.
EP - ¿Usted no lo cree?
DB - Puede ser, no sé si en todos los casos, pero me interesaba conocer para usted quiénes son las excepciones.
EP - Creo que los argentinos son superiores a Menem, ¿no lo cree?
DB - Sí, estamos de acuerdo.
EP - Y a Bolocco.
DB - ¿Cómo ha seguido esos episodios tan recientes?
EP - He leído los periódicos, he leído La Nación, he seguido la manera en que los reseña o escribe sobre ellos Clarín. La Nación me parece muy tiesa.
DB - ¿Usted entrevistó a Menem alguna vez?
EP - No, claro que no. ¿No le digo que no entrevisto a poderosos? He entrevistado a algunos presidentes de la República, pero mexicanos. No es cierto: también a muchos franceses que venían a México, a Alain Touraine y a varios franceses muy valiosos.
DB - Le confieso que la historia de "La piel del cielo" me cautivó apenas comencé a leerla y que sin embargo me dio un sacudón que otro, ya en el comienzo, cuando usted me mata a la mamá de Lorenzo, Florencia. No esperé que muriera tan pronto en la novela, y así como si nada, de un momento para el otro desaparece, un personaje que en el comienzo de la novela tiene un rol muy importante al lado de sus hijos, esa madre que va guiando a sus hijos en plena naturaleza por el mundo, contestando a las preguntas de esos hijos maravillados por lo que están viendo, por su relación con la naturaleza y con los animales, con el cielo especialmente en el caso de Lorenzo. Estábamos hablando del periodismo, la realidad y la ficción. ¿Esta novela nace 100% de la ficción o no?
EP - Sí. Yo estuve casada con un astrofísico, un científico, por eso me enteré de lo que era la astrofísica. Como a la mayoría de la gente, me parecía que los astrónomos eran seres muy poéticos, muy románticos, los imaginaba con su capa de estrellas, su gato en el hombro, su cucurucho en la cabeza, su telescopio caminando por las azoteas, sin mucha relación con la realidad. A raíz de estos años compartidos me enteré de los problemas de la ciencia, aunque no supe realmente de qué se trataba porque el observatorio donde trabajaba Guillermo Aro, mi esposo, está lejos de México y yo me quedaba en la ciudad con los niños. Surge un poco de esto, de mi interés por reflejar un mundo que casi nunca aparece en los periódicos.
DB - Y a partir de allí tomar conciencia sobre la importancia de los científicos en general.
EP - Sí, y de la vida científica en un país del tercer mundo, un país que está tan cerca de Estados Unidos que cree que todo lo tiene que importar de allí, por ejemplo todos los focos, todo viene de Estados Unidos, entonces nadie se preocupa de cómo están hechos los filamentos de tungsteno que están dentro de los focos porque es más fácil y barato importar todo de Estados Unidos. Es la vida de un científico, de un muchacho que se hace las preguntas que quizás todos los niños se hacen hasta que los adultos les asfixian su curiosidad quizás por indiferencia o porque no se sabe la respuesta. Es la historia de ese niño, de sus amores -que son muchos- y de las preguntas que se hace como nos hacemos todos: para qué venimos, por qué en esta época, por qué usted no nació en la época de Luis XIV y yo quizás sería María Antonieta... Por qué estamos aquí, para qué, qué vamos a hacer con la vida.
DB - ¿Usted se divierte con eso, imaginando que le gustaría haber nacido en otra época?
EP - No, en realidad nunca pienso que me gustaría haber nacido en otra época. Tengo mucha envidia de los que van a vivir después de mí, en el futuro, de lo que van a ver, pero ahí estarán mis nietos y más tarde mis bisnietos. Creo que uno vive también a través de sus hijos.
DB - Usted tiene tres hijos y siete nietos.
EP - Sí.
DB - Usted ha dicho que es el mayor de sus premios.
EP - Claro, porque no hay nada más maravilloso y gratificante, nada le calienta el corazón a uno tanto como los hijos. ¿Usted no tiene hijos?
DB - Todavía no.
EP - Cuando los tenga va a ver.
DB - Usted se ve reflejada de alguna manera en Lorenzo, en este personaje central de "La piel del cielo".
EP - Sí, todos estamos reflejados en todos nuestros personajes: en los buenos, en los malos, en la prostituta, en la santa, en la monja, en todos.
DB - Pero en este caso eligió un hombre como protagonista, después de muchas mujeres que pasaron por su pluma.
EP - Ha habido otros hombres en la literatura, pero quise hacer un hombre como un desafío, un reto. Ahora voy a trabajar en otra novela en la que el protagonista es también un hombre.
DB - ¿Por qué como un desafío, como un reto?
EP - Porque siempre dicen que es difícil para una mujer escribir sobre un hombre.
DB - O desde un hombre.
EP - A veces pienso que exageré y que me pasé de macho, pero parece que los jurados en Madrid se sorprendieron mucho cuando abrieron la plica y vieron que Dumbo era una mujer. Creían que Dumbo, que es el seudónimo que me puse, era un hombre.
DB - Hablamos de realidad y ficción; usted ha dicho que la realidad casi siempre se cuela en los relatos. Aquí el contexto de México está muy presente, inevitablemente, ¿no?
EP - Sí, es una época de México, pero yo quise estirarla casi hasta los 90 para llegar a la computación, Internet, todo esto, las pantallas que aquí vemos.
DB - Hablando de la realidad y de la historia de México, la relación entre la gente más humilde y los más poderosos, entre las diferentes clases sociales es inevitable.
EP - Es inevitable, lo tengo muy presente a través del periodismo, porque el periodismo me lleva a conocer ciertos temas que si me quedara sentada en mi casa no conocería.
DB - Los grandes contrastes como los que hay en México la cautivaron.
EP - No me cautivaron; me horrorizaron. Los grandes abismos sociales entre uno y otro.
DB - La cautivaron en el sentido de que dominaron buena parte de su obra, ¿no?
EP - Sí, claro, yo siempre he escrito sobre la gente más alejada a mí porque es la que más me interesa, es de la que no sé nada y la que me ofrece cosas que me sorprenden, me deslumbran.
DB - "Ha sido muy enriquecedor tener amigos entre quienes en México van a la cárcel y son carne de cañón".
EP - Sí.
DB - ¿Por qué?
EP - En México hay presos reincidentes, los "conejos", que viven mejor en la cárcel que en la calle porque por lo menos en la cárcel comen. Algunos de ellos me han escrito cartas y cuando lo hacen los voy a ver a la cárcel, entonces entro a un mundo al que jamás podría entrar. Creo que toda la gente que vive en una situación límite tiene muchísimo que dar, está dispuesta a hablar, piensa que a lo mejor son sus últimos momentos. La gente en la cárcel está sólo esperando que llegue alguien que la quiera escuchar para contarle su prodigiosa vida de mentiras o su prodigiosa vida de verdades, de lo que cree que es verdad. Para mí ha sido maravilloso; siempre pienso que ojalá los periodistas tuvieran la oportunidad de estar siempre oyendo a los presos.
DB - ¿Le ha interesado siempre entrar a los lugares un poco más difíciles, donde está la gente en situaciones límite?
EP - No es que me guste, que ande buscando catástrofes por todas partes; lo que sucede es que en México hay muchas catástrofes, hay terremotos, gente encarcelada, manifestaciones, mítines, estudiantes muertos, se llega siempre al extremo en todo. Por eso yo, como testigo en todo, desde 1953 he participado en muchas huelgas de hambre y muchas protestas.
DB - Si hablamos de los escritores, en los últimos años muchas mujeres mexicanas han llamado la atención en la literatura latinoamericana, nos han llegado aquí sus obras. ¿Cuáles son las que más le han interesado?
EP - Me interesan mucho dos mujeres que por desgracia ya murieron. Una es Rosario Castellanos, chiapanesa, cuyas novelas ahora se leen mucho, justamente por la situación en Chiapas. Me interesó mucho Elena Garros, que fue la primera esposa de Octavio Paz, que escribió una novela espléndida, "Los recuerdos del porvenir", que es posiblemente la mejor autora teatral de México, la más creativa. En la actualidad hay muchas mujeres muy destacadas.
DB - A la distancia nos ha costado entender la actualidad, si se quiere el pasado muy reciente de México, esa muy llamativa caravana de los zapatistas de dos semanas que llegaron a la ciudad de México a decir sus cosas ante los dirigentes políticos mexicanos. Nos costaba entender a la distancia esa suerte de diálogo de sordos, entre un presidente que se mostraba aparentemente conciliador, que parecía buscar el diálogo, dar espacio a los indígenas, a los zapatistas de Marcos, y del otro lado los zapatistas que permanentemente mostraban su desconfianza.
EP - Con mucha razón. Yo creo que la actuación de los zapatistas fue notable y fue la acertada: no rendirse ante el poder, lo que cuesta muchísimo trabajo, porque intelectuales con una gran formación corren con la lengua afuera a besarle las manos al presidente de turno simplemente por lo que representa. Los indígenas se mantuvieron firmes. Fox les decía "los invito a Los Pinos", que es la casa presidencial, y ellos decían que no, que querían ir al Congreso y hacer allí sus peticiones. Lograron por fin llegar al Congreso y la que habló fue una mujer, lo cual fue de veras muy acertado también, porque todo el mundo pensó que iba a hablar la "vedette" del Movimiento Zapatista, el subcomandante Marcos, que en realidad es el portavoz de los indígenas... Habló una mujer y lo hizo estupendamente, aunque apenas ha aprendido la castilla, como le llaman al castellano, al español. Marcos se enoja porque los periodistas ni siquiera pueden pronunciar bien su idioma, dicen todo chueco. Fueron las mujeres las que hablaron, creo que debe haber sido un esfuerzo enorme pararse frente a multitudes y hablar, tomar el micrófono y hacerlo con la convicción y provocando todas las emociones que provocaron.
DB - ¿Cuál ha sido para usted el mérito de los zapatistas desde que comenzaron su movimiento? ¿Qué ha traído de bueno para México?
EP - Creo que ha sido poner en el tapete de la discusión a los indígenas. Los indígenas casi desde la conquista han sido los criados de los blancos, han estado al servicio de los blancos, se los ha pisoteado, se les han quitado sus tierras... La historia de siempre. Entonces creo que el mérito del zapatismo es que para todos los países que tienen poblaciones indígenas -ustedes no tienen-, Perú, Guatemala, es muy importante lo que está sucediendo. Creo que es aún más importante que el Premio Nóbel a Rigoberta Menchú. Creo que eso hace que toda la gente, incluso los que nunca pensaban en los indígenas ni hablaban de ellos, reconsidere lo que ellos significan, porque finalmente es un poco como decía Saint-Exupéry, que lo esencial es invisible. Al hacerse visibles han hecho también visible lo esencial, que es toda esta gente que hace de México un país distinto.
DB - ¿Sirvió para algo esa caravana tan llamativa, esa presencia en Ciudad de México?
EP - Sí, ha servido enormemente, en primer lugar para que ellos sintieran que no estaban solos, que los recibían después de horas de desorganización, de sol, cinco o seis horas en las carreteras, los recibían multitudes y hablaban ante multitudes de simpatizantes. Claro, entre los simpatizantes no había banqueros ni empresarios, pero la gente sí salía a verlos y eran recibidos en el Zócalo por casi un millón de personas. Creo que eso fue importantísimo, y saber que ellos ya son parte de México, que no son mexicanos de quinta o sexta, como lo eran antes.
DB - ¿Y ahora qué puede ocurrir? ¿Qué los espera?
EP - Ahora los espera un tira y afloje con el gobierno para que se cumpla lo que pide el Congreso indígena. Tienen muchos más simpatizantes que otros, no tienen tantos, pero tienen muchos más simpatizantes entre los jóvenes, sobre todo, y eso es importante en México. Cuando estuvieron viviendo en la Escuela de Antropología, quienes los cuidaron y los apoyaron fueron sobre todo los estudiantes universitarios.
DB - Cuando se supo que usted había ganado el Premio Alfaguara de Novela 2001, con "La piel del cielo", Carlos Fuentes, su compatriota, escribió un texto muy simpático, muy tierno sobre usted, titulado "La Poni". ¿Así le dicen o le dice Carlos Fuentes?
EP - Carlos Fuentes me lo decía cuando éramos muy jóvenes. Decía: "Mira, ahí va 'la Poni' en su Volkswagen, a preguntar por el precio de los tomates; ahí va al matadero a ver rastros, a ver cómo matan a las vacas para protestar si matan mal a los animales". Decía siempre "la Poni" cuando yo era muy joven.
DB - A propósito de ese texto, comienza diciendo que la vio a usted por primera vez disfrazada de gatita en un baile en el Jockey Club de México. ¿Es verdad eso?
EP - Sí, es cierto, nos vimos en varios bailes cuando ninguno de los dos pensaba que íbamos a ser escritores jamás. Recuerdo que él me sacaba a bailar y me parecía que bailaba muy mal porque me daba puros pisotones. Pero él bailaba con mucha pasión y creo que ya estaba tomando notas para "La región más transparente", su primera novela.
DB - En un texto cargado de elogios para usted, que recorre su trayectoria, termina diciendo: "No siempre estoy de acuerdo con ella en sus juicios. Siempre admiro su convicción y su valor".
EP - Es muy lindo. No está de acuerdo conmigo en mis juicios porque yo soy una gente completamente reacia al poder, no me acerco al poder para nada; políticamente supongo que él tiene otras ideas, cree que uno puede influir sobre los presidentes de la República. Yo creo que lo único que uno puede hacer es huir, echar a correr apenas vea uno a un poderoso.
DB - ¿Sean del color que sean?
EP - Sean como sean, casi. A él le parece una actitud muy tonta de mi parte. Mi madre siempre dice que apenas veo a alguien de plan quinquenal, con zapatos para los próximos 10 años y vestido de overall, de mezclilla, caigo locamente enamorada, y apenas veo a alguien con corbata y portafolios lo odio.
DB - Menos mal que no me puse corbata esta mañana.
EP - Ella decía que yo también era muy tontita.
DB - Si bien me decía antes que no querría ir al pasado y vivir otra vida, creo que ha dicho por allí que si pudiera volver a nacer le gustaría estudiar porque le faltó estudiar mucho, leer más. ¿Por qué, qué le falta estudiar?
EP - Me faltó mucho. Yo fui a un convento de monjas en Estados Unidos, no tengo ninguna academia, aprendí el español en la calle, hasta muy tarde dije "nadien", "yo vide", cuando tengo prisa todavía digo "cíudad", todo lo decía chueco. Sigo diciendo muchas cosas chuecas, pero además de hablar mal porque aprendí el español en la calle, hubiera querido aprender a tener una metodología que no tengo, a leer a los clásicos. Yo leí "Platero y yo" cuando tenía como 49 años, leí todo tardísimo. Leí más a los grandes católicos franceses, leía lo que leen las "girl-scouts" francesas, toda mi formación fue malísima. Leí "El marqués de Sade" demasiado tarde, leí a Salomón Reynac, "La historia de las religiones" y empecé a asustarme y a preguntarme cómo es posible que todas las vírgenes den a luz a un dios en todas las religiones. La mamá de Buda es virgen, la mamá de Cristo es virgen, es una constante. Todo eso me pasó demasiado tarde; si hubiera tenido una vida académica sería un poquito más preparada.
DB - El español le vino de la mano de las empleadas que trabajaban en la casa de sus padres, que la cuidaban.
EP - Sí, y de hablar con la gente de la calle. Por eso mi español es tan deficiente. Yo acentuaba "don", siempre decía "dón Pedro", ponía acento; me costó un trabajo horrible quitarle el acento a la "o".
--------------Transcripción: María Lila Ltaif CurbeloEdición: Julieta SokolowiczFoto: Armando Santibáñez R. (tomada de exodusltd.com)

Para leer y reflexionar ... ..


"De caminos, puentes y atajos: el lugar de la tecnología en la enseñanza".
Edith Litwin


En esta presentación intentaré recorrer un camino con ustedes. Ese camino que imagino es casi un sendero o una bicisenda. Tiene recodos, momentos en que se ensancha, atraviesa ríos, se constituye en un puente, se transforma en un atajo o se bifurca. El camino es el del conocimiento y en él se instalan las tecnologías: sean tradicionales o austeras como las del pizarrón, atractivas y producidas para otros fines como los films, sofisticadas como las que nos puede proveer un programa de simulación para la enseñanza de un tema específico del currículo. Las maneras en las que se utilizan las tecnologías en ese camino consisten en el propósito de esta presentación.
Entiendo que algunas veces nos quedamos en el borde del camino, otras lo recorremos de la mano del maestro, encontramos escollos y los salvamos, elegimos atajos, nos tomamos un descanso, atravesamos puentes, andamos en círculo perdiendo el rumbo y, finalmente, caminamos acompañados a paso lento y seguro. Son siete las historias del camino y una la propuesta. En todas aspiro a que podamos reconocer, además, dilemas morales que le otorgan nuevos sentidos a las historias del relato.
Me imagino que al iniciar el recorrido hay una alumna que camina tomada de la mano de su maestra o su maestro. También me imagino que ese camino está delimitado pero tiene adyacencias y es, precisamente, en ese lugar en el que lo voy a iniciar. Lo he denominado “en el borde del camino”.


1. En nuestros recuerdos de los primeros años de escolaridad “¿Querés pasar al pizarrón?” o “¡Pase al pizarrón!” daba cuenta de una utilización frecuente de la más modesta de las tecnologías como premio o como castigo. Aún cuando las derivaciones de la psicología cognitiva pusieron énfasis en la comprensión de los estudiantes y en la importancia de los procesos reflexivos y, desde esa perspectiva, se diseñaron múltiples estrategias de enseñanza, nunca pudieron reemplazar esta simple utilización de las tecnologías desde las derivaciones de la psicología conductista.
“Si se portan bien pasamos un video” (o lo que es lo mismo, “si se portan mal no lo paso”, “si hablan interrumpo la película”) suelen ser frases reconocidas de las prácticas docentes. En otras circunstancias, la directora o el director de la institución es quien decide que, si falta la profesora o el maestro, siempre deberá contarse con un video para pasar y luego hacer el correspondiente resumen. Esto significa que, en muchas prácticas de la enseñanza, el uso de la tecnología parece más asociado a una tecnología que controla o disciplina que a una herramienta para la buena enseñanza.
Entiendo que incluirla o no incluirla constituye en estos casos, alternativamente, el premio, el castigo o simplemente el entretenimiento en una propuesta educativa de escaso valor. En ese mismo sentido, los alumnos de la enseñanza superior manifiestan que “esta manera de utilización des responsabiliza a los docentes del dictar clase”. Señalan que se constituye un uso de la tecnología para trabajar menos o para aliviar el desempeño de la tarea docente. El escritor español Miguel Delibes sostiene que el hombre tiene una pésima memoria para las cosas que arañan. Sólo así nos podríamos explicar esa recurrencia a utilizar en la escuela cada una de las tecnologías como premio o como castigo, tal como hicieron nuestros maestros en décadas pasadas. Nos interrogamos acerca de su valor didáctico pero las vemos utilizadas en propuestas que se constituyen ellas mismas en desmedro de su valor. En síntesis, esta manera de incorporar a la tecnología para entretener o disciplinar pareciera instalarse en el borde del camino si entendemos al camino como un recorrido en pos del conocimiento y en el que suponemos que debemos crear y estimular en nuestros estudiantes el aprecio por el valor y sentido de la actividad y no la más pura diversión. Salvada esta oferta ahora sí podremos empezar el recorrido.

2. De la mano del maestro
Ya iniciado y de su mano les propongo analizar un uso frecuente de la tecnología que se instala en una clara propuesta didáctica. Las tecnologías, tanto las clásicas como las nuevas, resultan un excelente soporte para la demostración. Si reconocemos que las estrategias más frecuentes que usan los docentes en sus clases son las explicaciones y demostraciones podremos identificar que una buena parte de las tareas que llevan a cabo para ello se ven, simplemente, posibilitadas por el uso de la tecnología.
Ph. Jackson1 sostiene que: “desde este punto de vista, podría decirse que cada partícula del conocimiento y cada instancia de una destreza contienen en sí mismas un imperativo pedagógico que dice: muéstrame o cuéntame si quieres transmitirme, concepción de la enseñanza atractivamente simple”.
En la tesis de Jackson, la enseñanza es justamente engañosamente simple y no atractivamente simple, tal como sabemos los que a diario intentamos que nuestros alumnos aprendan. Parece fácil, pero no lo es. En realidad el docente adopta un modelo, una secuencia, un orden y lo pone a disposición de los estudiantes. Los ejemplos más triviales y de menor sofisticación tecnológica están en las letras que se colocan en el pizarrón para actuar de modelo en los primeros años de escolaridad o, las demostraciones en matemática o física en ese mismo pizarrón, hasta los más complejas en los que la demostración no está a su cargo sino que se remiten a un sitio en la Web en el que se cuenta con imágenes en movimiento.
Desde esta perspectiva, el docente lleva a los estudiantes de la mano, les muestra el camino y los acompaña. Es posible, que haya momentos en que se detenga y explique que se está atravesando un paso fácil o difícil o pide que compare ese camino con otros recorridos. En algunos casos, los docentes solicitan a los estudiantes que vuelvan a recorrer el camino y, en otros, simplemente, procurarán identificar el valor de la demostración, para nuestro caso el recorrido. Las y los docentes se preguntan, además, si las demostraciones con las nuevas tecnologías generan nuevos modos de aprender y si estos a su vez desarrollan nuevos procesos reflexivos o nuevas maneras de pensar. En ese sentido se interrogan respecto del valor agregado que proporcionaría este modo explicativo para los estudiantes. Pregunta que encuentra vinculada tanto al valor de la experiencia como a sus consecuencias por el proceso cognitivo que se despliegue debido al uso particular de la tecnología. Esta pregunta que se hacen alude al residuo cognitivo, esto es, la huella que queda en la mente de los estudiantes por operar con tecnologías.
En síntesis, la tecnología posibilitó la demostración como fuente privilegiada para desarrollar o favorecer la comprensión. Se constituye en la búsqueda más genuina para ayudar a entender. Por ello entendemos que, si las propuestas anteriores de tecnología que ubicamos en esta presentación como: las del borde del camino- disciplinaban, esta, por el contrario, ilumina. Ilumina porque despliega la comprensión, porque posibilita la transferencia y permite reconocer el uso de conceptos, ideas, principios y sus relaciones. Ilumina porque se ubica en el centro del conocimiento y se sostiene por la fuerte preocupación por tratar temas del currículum.


3. Sin embargo, no todo son rosas en este camino. También nos encontramos con escollos. Llamé a este momento “piedras en el camino”.
De la mano del maestro y a poco de andar es probable que nos encontremos con dificultades. Se trata, en este caso, de encontrar tecnologías que permitan encontrar apoyos o ayudas. Las explicaciones de los docentes, más de una vez, son comprendidas de manera distorsionada, simplificada, banalizada, mal transferida o incorrectamente aplicada. Confusiones y olvidos se mezclan y dan lugar a incorrectas resoluciones. Las y los maestros tratan de distinguir el origen, la relevancia y el significado del error pero, al mismo tiempo, sostienen que la vista diaria de un objeto, una fórmula, la escritura continua o la visión permanente de una palabra ayuda a almacenarla en la memoria y resuelve, por tanto, muchos de esos errores frecuentes. Esa es una de las razones que hace que “se cuelguen tablas de multiplicar” o las palabras con grafías que se suelen olvidar o que se confunden. La visión constante permitiría retener y, por tanto recuperar de la memoria cuando se la necesita. Consiste en el uso de las clásicas tecnologías.
Para dar cuenta de otros usos podemos recordar a Tony Bates2 quien en su libro: Cómo gestionar el cambio tecnológico describe diferentes experiencias de inclusión de las tecnologías que ofrecen perspectivas de interés para entender la función de: resolución de los problemas del aprender. En una de las que describe se plantea el fracaso de los alumnos de la enseñanza superiores en el estudio de la matemática. Siete mil alumnos de licenciatura de un centro llamado Virginia Tech mostraron un alto índice de dificultad. Los docentes eligieron programas de enseñanza de la matemática desarrollados para la computadora y los completaron con otros producidos por ellos. Abrieron una gran planta con 500 máquinas que estaban disponibles las 24 horas del día y los siete días de la semana. Un grupo de docentes recorría los pasillos y prestaba ayuda al estudiante cuando arriba de su computadora colocaba una latita roja indicando que en ese momento tenía una dificultad. Si la dificultad no se podía subsanar rápidamente en el galpón se disponían de cubículos en los que se atendía al alumno. El Math Emporium, así se denomina, sirve, también, para que los alumnos de años superiores se acerquen cuando quieren recordar alguno de los temas estudiados con anterioridad. Este es un caso sencillo en el que la dificultad se subsanó, en gran medida, una vez que el centro educativo la reconoció como tal e hizo una fuerte inversión para su resolución. Quizás, nos cabe preguntarnos ante los escollos si es posible proveer un entorno tecnológico que resuelva la dificultad y que sea útil para todos. En el caso que describimos se trata de tecnologías creadas para solucionar un problema, resolver un obstáculo o combatir el error. Con la misma intención y con una modesta inversión las y los docentes llenamos de carteles las paredes de las aulas de la escuela escribiendo bien aquellas palabras que los estudiantes reiteradamente confunden en la escritura.
En síntesis, solucionar problemas o combatir el error fueron claras estrategias que llevaron al uso de las tecnologías -clásicas o modernas- y nos hacen reconocer, al solucionarlas, el papel de las percepciones, la necesidad de alternar las demostraciones con otras propuestas pero, más que otra cosa, nos señalan como requerimiento identificar, primero, el valor o el sentido del error o el obstáculo con el objeto de diseñar estrategias para su resolución.


4. Superado el obstáculo vamos a detenernos porque el camino se bifurca. Surge a nuestra vista un atajo.
Adoptamos el atajo para evitar esfuerzos y apurar el paso. Es posible que lo hayamos buscado con el objeto de encontrar propuestas más eficientes. Se trata de encontrar el menor tiempo, menor costo y menor esfuerzo en ese lento y complejo camino del conocimiento. Algunas de las propuestas que significan: abreviar el paso, se inscriben en esta dirección y no fueron confeccionadas por los mismos docentes sino que se encuentran a su disposición. Se trata de dispositivos didácticos, materiales para la enseñanza, que son reutilizados por él en contextos singulares y, más de una vez, no creadas para ese fin. Otras veces la reutilización está directamente vinculada con el tiempo que le llevó al docente la producción o simplemente el esfuerzo para encontrarla. Esto es lo que lo estimula a seguir utilizándola.
En síntesis, los usos de la tecnología, pueden inscribirse en la preocupación por hacer más eficiente la enseñanza y tendrían como efecto una búsqueda por parte de los docentes de creaciones que instalan eficientemente temas y problemas, generan imágenes potentes en torno a un tema o posibilitan la comprensión de puntos de vista diferentes. El valor de la selección del producto tecnológico estará dado por el valor del atajo que tenga para la resolución práctica de un problema de enseñanza.
Los atajos se adoptan, a veces, en los extensos caminos porque la monotonía del paisaje nos hace pensar que los alumnos frente a la falta de atractivos pueden querer abandonarlo. Dotar, entonces, de un atractivo adicional puede ser el requerimiento que la tecnología satisface.
También el atajo soñado puede ser el contar con información actualizada a disposición y con escaso costo o esfuerzo. Sin embargo, el costo se acrecienta porque podría ser engañoso el valor de esa información a disposición y es necesario utilizar tiempo adicional para reconocer el valor de la información. Los tiempos, entonces, ya no serán tan cortos si tenemos que someter a esa información a criterios de validación.Por ello, la reutilización de propuestas -dado que se encuentran a mano- y la búsqueda de información rápida: pueden ser atajos que no siempre nos convengan transitar. La reutilización porque implica usar un material o una propuesta que fue elaborada para otro contexto, otro tema u otra oportunidad y el grado de adaptación y cobertura curricular son escasos. La información a mano porque, si el valor de la actividad es que se la obtenía en muy poco tiempo, habrá que incluir en cada caso el tiempo que significa validarla.5. Les propongo a continuación un descanso en el camino.
Las atracciones que podemos construir en este recorrido, sin desviarnos de él, se dirigen al sostenimiento del interés por atravesarlo o, más pretenciosamente, sostenerlo durante todo el recorrido. En estos casos, nos preguntamos si el tiempo que implica crear y emplear dispositivos para sostener el interés no es en desmedro del desarrollo de los contenidos. Como podemos observar: el tiempo que demanda la enseñanza, por una parte, y, el tiempo que demanda la comprensión de los estudiantes, por otra, se constituye en una categoría de vital importancia a la hora de evaluar la inclusión de las tecnologías. El tiempo, en ambos casos nos inscribe en la preocupación por el beneficio o sentido de la incorporación y la cobertura curricular que genera.
Salirse del camino puede cubrir una necesidad pero también puede desplazar el tratamiento del contenido por la realización de tareas que, finalmente, hacen perder la direccionalidad de los procesos del enseñar o inscriben a los estudiantes en una actividad atractiva, entretenida, pero poco valiosa desde la perspectiva del conocimiento. En estos casos, es como si la tecnología utilizada para vencer la monotonía del paisaje nos condujera a un espacio maravilloso pero al que habrá que desandar si pretendemos seguir el recorrido.
Quedarnos a mitad de camino o llegar a puerto seguro son esencialmente las preocupaciones docentes a la hora de utilizar las tecnologías.
Los jóvenes de las escuelas secundarias resultan más de una vez fuente de preocupación por su reiterada falta de interés frente a muchos de los temas curriculares. Quizás hoy esa sea la mayor inquietud o intranquilidad del oficio. Recuerdo una investigación que ya cuenta con varios años en las que un joven comunicador había obtenido como respuesta de los chicos frente a una pregunta que: “una película que era entretenida en el cine, lo aburría en la clase”. Si buscamos que las nuevas tecnologías, que resultan seductoras en los tiempos de ocio de los jóvenes, trasmitan la misma seducción para el tratamiento de los contenidos curriculares, simplemente por la atracción del soporte, es probable que obtengamos la misma respuesta que ayer. Lo que es atractivo para el Chat o para el juego no transforma en atractivo un tema de la enseñanza porque se le incorpora dicho Chat. Son placenteros en el locutorio y serán aburridos en las clases.
Hacer atractiva la enseñanza no es un tema de herramienta aun cuando las herramientas pueden posibilitar un tratamiento atractivo. Los contenidos deberán ser desafiantes, vinculados con la vida e intereses de los jóvenes, tratados en situaciones lúdicas en los casos en que sea posible y, respetuoso de los tiempos que necesita el aprender. Las nuevas tecnologías posibilitan estos tratamientos y más de una vez los potencian pero ellas no definen los contenidos curriculares ni eliminan el esfuerzo por aprender.
6. Los puentes
En el camino que imagino hay lugares difíciles de atravesar sin ayuda. Los puentes se han hecho para ello y las tecnologías posibilitan esos espacios. Se trata de los temas más complejos, los que necesitan ser analizados desde varias perspectivas, los que requieren historizar o ejemplificar. Ayudas legítimas que, en más de una oportunidad, tal como lo hacemos al asomarnos a ese puente, permiten reconocer un paisaje interesante. Detenernos, encontrar un nuevo modo explicativo, generar una perspectiva de análisis diferente y enriquecer el estudio puede ser uno de los lugares más significativos del uso de las tecnologías. Un ejemplo tecnológico nos lo brindan los hipertextos definidos como escrituras no secuenciales de organización de la información. Proponen la ausencia de una lectura única en un solo sentido y dejan a disposición del lector la posibilidad de encontrar múltiples puertas de acceso a nuevos conocimientos, profundizaciones y enlaces. Sin embargo, los profesores temen que los alumnos se pierdan en esos laberintos y vuelven una y otra vez a pedirles a los estudiantes que recuperen la dirección del camino, o lo que es igual los dirigen hacia los temas centrales para recuperar el eje del contenido.
Esta es la batalla que libran los docentes al preguntarse si es posible que la tecnología nos deje a mitad del camino y, por lo tanto, no nos permita llegar al lugar requerido. Se preguntan si las profundizaciones que puedan posibilitar las tecnologías, los desvíos que hacen más interesante el trabajo, no los alejen del camino en un viaje sin retorno. Más de un docente, embarcado en esa preocupación, libra una batalla didáctica con la tecnología que él mismo propuso. Genera advertencias para indicarle al estudiante que retorne al buen sendero.
7. Andar en círculo o andar y desandar el mismo camino
Otros modos tradicionales de enseñanza se inscribieron en la repetición. El estudio de la repetición o réplica nos propone un tema de diferentes implicaciones pedagógicas. Podríamos señalar tres que no agotan el análisis y que se enmarcan en diferentes controversias.
En primer lugar podemos señalar que la réplica no necesariamente es una propuesta de escaso valor educativo. Recordamos a Picasso, genial pintor del siglo XX, al que la réplica le permitió maravillosas creaciones del arte. Replicó, por ejemplo, a otro maestro de la pintura española: Velásquez, en “Las Meninas” creando un producto paradigmático de la producción artística. Picasso confeccionó 59 réplicas de Las Meninas. Y, las creó en la plenitud de su vida. Desde esa perspectiva, detenernos a pensar el sentido de la réplica utilizando nuevos soportes nos haría seguramente preguntarnos a cada uno de nosotros en la posibilidad de inspirarnos en las obras paradigmáticas de la ciencia o la cultura aun cuando sepamos que difícilmente nuestra réplica nos transforme en Picasso.
Desde una segunda perspectiva nos preocupamos porque las réplicas no se configuren en repeticiones sin sentido y se instalen como meras ritualidades. La réplica significaría, en este caso, encontrar uno o variados soportes en el que se repite una actividad cientos de veces pensando que la repetición refuerza, en la más pura de las tradiciones conductistas. Desde estas dos perspectivas se expresa una antinomia dada por trabajar “disciplinadamente” recuperando el modo de trabajar en la disciplina o la repetición cientos de veces de una misma actividad, aun cuando sea con el más moderno de los soportes tecnológicos.
Una tercera perspectiva de análisis nos dirige hacia un sentido totalmente diferente de las dos anteriores. Repetimos tantas veces una imagen o una propuesta para allanar la comprensión que no nos damos cuenta que al mismo tiempo estamos naturalizando ese fenómeno, acción o circunstancia. Nos preguntamos por la naturalización que imprime la repetición dado que perdemos en la repetición: la novedad, la emoción, el susto o el horror. La naturalización posibilita acercarnos de manera clara y sensible a un tema y problema pero puede, al mismo tiempo, instalar controversias morales por las consecuencias de naturalizar fenómenos que no debieran serlo. Esto es, transformamos en un cuento aquello que no lo es. Naturalización y ficcionalización van de la mano y más de una vez son complementarios. Advertimos el enorme valor que tienen para la comprensión pero nos hacemos en todos los casos preguntas morales en torno a las implicancias de su utilización.
Evidentemente, este camino no tiene fin, tal como el proceso de la educación, si entendemos que la educación no es un fin en sí mismo sino la manera con la que podemos conquistar un mundo mejor. Por ello elegimos esta metáfora, porque entendemos que los recorridos son variados y complejos y las tecnologías juegan en él un aspecto sustantivo. En cada tramo hay consecuencias de valor y de las otras por el uso de las tecnologías que adoptamos. En algunas circunstancias, creemos que son ineludibles y, en otras parten de un equívoco inicial: suponer que su utilización mejora la eficacia y la eficiencia del sistema educativo.
Nos preguntamos en todos los pasos que atravesamos cómo hacer de la educación una conversación animada, cómo integrar las explicaciones teóricas con narrativas humanas, como diseñar obstinadamente para que todos aprendan dispositivos didácticos en el marco de la tolerancia pedagógica. 8. Para finalizar, intentamos encontrar algunas respuestas en un nuevo hito del camino. Lo hemos denominado “El camino acompañado”
No podemos obviar que en el camino así vayamos de la mano del maestro o solos, nos cruzamos con otras manos de maestros, otros niños, jóvenes y adultos que van en el mismo sentido a otros ritmos y niveles. Las tecnologías son posibilitadoras de encuentros y de permitirnos recorrer juntos tramos del camino.
Desde las perspectivas comunicacionales, las nuevas tecnologías ofrecen que nos ayudemos unos y otros en esos recorridos, promueven el reconocimiento de las ópticas diferentes, las dificultades o las soluciones a las que otros arriban. Compartir proyectos aun cuando estemos en latitudes diferentes nos permite: no sólo construir mejores soluciones por lo que implica la ayuda y la colaboración sino reconocer el valor moral del encuentro fraterno. Necesitamos desde las aulas enseñar a caminar con el otro, distinto a nosotros, ponernos en su lugar, aprender a apurar el paso y a detenernos. La potencia que tienen las tecnologías para favorecer los encuentros se inscribe en una perspectiva moral y se instala como posibilitadora de buenas resoluciones. Los portales pueden constituirse en un buen ejemplo de ello.
Sabemos que la enseñanza es difícilmente predecible, desarrollada en contextos siempre singulares se ve favorecida su indeterminación. Por otra parte, no nos estamos imaginando un camino pleno de artefactos. Estamos intentando integrar en la vida educativa los medios que el alumno maneja por su cuenta e integrarlos en un proceso en el que el currículo le otorgue nuevos sentidos y vitalidades. Pensamos que potencie los proyectos en los que la información y la comunicación son cruciales. Intentamos que los estudiantes tengan compañeros de clases de otros sitios que enseñen a aprender en ese espacio en el que todos somos distintos y, a la vez, todos somos iguales.
Sabemos que esos nuevos espacios suelen ser, en palabras de Nicolás Burbules, tergiversadores, incompletos o excluyentes. En esos espacios la responsabilidad se difuma pero también sabemos que en esos espacios es posible fomentar la pregunta y alentarla. Bruner se refiere al interrogante como la tecnología blanda de la buena enseñanza. El entiende que 3 “la escolarización real nunca está confinada a un modelo de pasos distantes. La mayoría de la educación del día a día de las escuelas se diseña para desarrollar habilidades y capacidades, para impartir un conocimiento de hechos y teorías y para cultivar el entendimiento de creencias e intenciones de cercanos y lejanos. Todas las elecciones de prácticas pedagógicas implican una concepción del aprendiz y con el tiempo pueden ser adoptadas por él o ella como la forma apropiada de pensar en el proceso del aprendizaje. Pues una elección de pedagogía inevitablemente conlleva una concepción del proceso de aprendizaje y del aprendiz. La pedagogía –sostiene Bruner- nunca es inocente. Es un medio que lleva su propio mensaje”.
Por ello pensamos que en estos espacios en los que interactúan los estudiantes es posible preguntar y preguntarse. En los estudios superiores, por ejemplo, queremos formar personas con alta capacidad de aprendizaje para que se hagan preguntas y construyan estrategias de respuestas a lo largo de toda la vida. Las tecnologías de la comunicación ayudan en el intercambio de preguntas y en la búsqueda de respuestas conjuntas. Ayudan a obtener información relevante a disposición. En la escuela secundaria queremos recuperar las ganas por aprender entendiendo que este es un tema que deben resolver las propuestas curriculares y no las tecnologías, aun cuando las tecnologías parecen brindarnos una ayuda efectiva por su caudal de propuestas, en la escuela primaria queremos enseñar principios básicos para la vida en democracia, aprender el valor de la ciudadanía y del esfuerzo y desarrollar al máximo todas las potencialidades de los estudiantes enseñando a respetar y trabajar con otros y reconociendo que aquí se consolidan maneras de pensar y de obrar. Desde esa perspectiva, la tecnología se constituiría como proveedora de humanidad.
Philipe Meirieu4 sostiene que “nunca abandonamos nada o, más bien, nada nos abandona” . Para bien o para mal somos obstinados en pretender alcanzar los propósitos que acordamos para la enseñanza. En nuestra profesión de educar están nuestras historias como maestros y también como discípulos. Somos ingenuos incurables que pretendemos que, pese a toda circunstancia, nuestros alumnos aprendan. El candor con el que lo sostenemos no es de mala fe, ni de engaño y se asienta en la ambición de lograr una práctica de buen fin. En esa obstinación, a veces, nos sentimos fascinados por las herramientas que parecen allanarnos el camino o las despreciamos porque nos ignoran y parecen enseñar por sí solas. Es así como las usamos porque fracasamos, las usamos porque generan maravillosas comprensiones, las usamos porque disciplinan, las usamos porque nos conmueven al reunirnos con los otros, las usamos porque recordamos otros usos con nostalgia o porque soñamos con usos maravillosos. Utilizarlas, sin embargo, en todos los casos, significa aceptar los retos de la sociedad traspasando nuestros usos personales. Es, en ese pequeñísimo instante en el que empezamos a usarlas como constructoras de humanidad.

1 Jackson P. ( 2002) Práctica de la enseñanza, Buenos Aires: Amorrortu. Pág. 362 Bates A. W. (2001) Cómo gestionar el cambio tecnológico. Barcelona: Gedisa. Pág. 52-53.3 Bruner J. (1997) La educación: puerta de la cultura. Madrid: Visor. Pág. 81.4 Meirieu P. (2001) La opción de educar. Barcelona: Octaedro. Pág. 16.

Más frases célebres ... ... ...


* "-La Eulogia es una santa. No como mi cuñada que sufre el Síndrome de la Abeja Reina. Se cree una reina y es un bicho."

* "-Yo no quiero ser irrespetuoso, Eulogia, pero lo que ha hecho Tata Dios con usté es abuso de autoridá."

* "-Con la verdá no ofendo ni temo. Con la mentira zafo y sobrevivo, Mendieta."

* "-¡Mire esta vaca, Serafín! Musa inspiradora de miles de composiciones escolares... ¡Y ahora es acusada de traficante de colesterol por el naturismo apátrida! Nos da su leche, su carne, su cuero. ¡Lo quiero ver a usté haciéndose una campera de zapayitos!"

* "-¿Puede una persona disaparecer de a pedazos? Porque a la Eulogia le desapareció la cintura."

* "-Estoy comprometido con mi tierra, casado con sus problemas y divorciado de sus riquezas."

* "-Estuvo divertido el pesebre viviente este año, Mendieta.
- Bien la vaca. Algo sobreactuado el burro."

* "-Don Inodoro, sabe usté que el pingüino es compañero de una sola pingüina de por vida.
- ¿Y por qué cree que le dicen Pájaro Bobo?"

* "-Eso de "hasta que la muerte los separe" es una incitación al asesinato."

Un regalito de Fin de Año ... ...


"Memorias de un wing derecho",
Roberto Fontanarrosa

Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso no me enseñó nadie. Son cosas que uno ya sabe solo. Y meter centros o ponerle al arco como venga. Para eso son wines. No me vengan con eso de wing “ventilador” o wing “mentiroso” o las pelotas. Arriba y contra la raya.
Abriendo la cancha para que no se amontonen los forwards en el medio. Nada de andar bajando a ayudar al marcador de punta ni nada de eso. Si el
marcador de punta no puede con el wing de él… ¿para qué m… juega de marcador de punta? Lo que pasa es que ahora cualquier mocoso le sale con esas teorías nuevas y nuevas formas de juego o te viene con la “holandesa” o la brasileña y otras estupideces.
¡Por favor! El fútbol es uno solo y a mí no me saca de la formación clásica: el arquero bien parado en la raya y atento. Por ahí escucho decir que Gatti juega por toda el área o sale hasta el medio de la cancha… Y bueno, así le va. Yo al arquero lo quiero paradito en su arco y nada más. Para eso es arquero. Después una línea de tres. Después otra de cinco. Y arriba que nos dejen a nosotros tres. Más de veinte años hace que jugamos así y nos hemos podrido de hacer goles. De a siete hacemos. Yo ya debo llevar como 6.800. Yo solo… ¡Después me dicen de Pelé! O arman tanto despelote porque Maradona hizo cien. Cien yo hago en una temporada. Y en verano, cuando los pibes se quedan en el club como hasta las dos de la matina, me atrevo a hacer cuarenta, cincuenta goles por semana. Cuarenta, cincuenta. Yo solo… Maradona… ¡Por favor! Y eso para no hablar del centrofoward nuestro. Debe llevar más de 12.000 goles. Por debajo de las patas… Y… ¡el tipo está ahí! donde deben estar los centrofoward. En la boca del arco. En el área chica. Pelota que recibe, ¡Pum! adentro. A cobrar. Y ojo, que el nueve de los de Boca no es maño tampoco. Es el mismo estilo que el nuestro. Siempre ahí: en la troya. Adonde están los japoneses. ¡Nos ha amargado más de un partido, eh! Yo no he visto los goles que nos ha hecho pero escucho los gritos y el ruido de la pelota adentro del arco. Le da con un fierro el guacho. Pero, claro, tiene dos wines que son dos salames. Por ahí si jugara al lado mío él también habría hecho como 12.000 goles.
¡Si le habré servido goles al nueve! ¡Si le habré hablando de hace 25 años, 25 años, un cuarto de siglo. Sacaron la lona que cubría la cancha y le juro que nos encegueció la luz. Un solazo bárbaro. Yo casi no podía ver por el resplandor en las camisetas, especialmente en las nuestras. Claro, por el blanco. Las bandas rojas parecían fuego. No como ahora, que está saltando todo el esmalte y se ve el plomo. O el piso, del verde ya no queda casi nada. ¡Cómo está esta cancha! ¡Qué lástima! Qué poco cuidada está! Pero bueno, ese día fue algo inolvidable. Era domingo al mediodía y se ve que los muchachos estaban alborotados porque esa tarde jugaban River y Boca en el Monumental y ellos se habían reunido en el club para irse todos juntos en el camión para el partido. ¡Huy, lo que era ese día! Y claro, llegaron ahí y se encontraron con que la Comisión Directiva había comprado el metegol.
Yo había escuchado desde abajo de la lona que pensaban inaugurarlo esa noche cuando los socios se juntaban en la sede social a comentar los partidos o tomarse un fernet antes de cenar. Pero… ¡qué!… apenas los muchachos vieron el metegol al lado de la cancha de básquet ni siquiera se molestaron en meterlo adentro. ¡Además, esto es pesado, eh! No sé cuántos
kilos debe pesar esto, pero es pesado. Puro fierro, de las cosas que se hacían antes. Bueno, ahí nomás lo destaparon y se armó el partido. Yo calculo, calculo, que había de haber entre 20 y 25 personas viendo el partido. ¡No menos, eh! No menos. Una multitud.
Y había apuestas y todo. Le digo que calculo que había esa gente porque yo ni miré para arriba, le juro, no me atrevía a levantar la vista del cagazo que tenía. Le juro. Uno escuchaba bramar esa tribuna y temblaba. ¡Qué cosa inolvidable! Nosotros, los tres de adelante, tuvimos suerte porque el tipo que nos manejaba se ve que sabía. Yo apenas sentí que se movía, dije: “Hoy vamos a andar bien”. Porque también es importante el tipo que a uno le toque para manejarlo. Usted podrá tener condiciones, es más, podrá ser un fenómeno, pero si el que está afuera es un queso, va muerto. Y yo le digo, ahora, con experiencia, yo apenas noto cómo el tipo me mueve ya me doy cuenta si conoce o no. Es una cuestión de experiencia, nada más. No es que uno sea sabio. Escúcheme, usted ve un tipo cómo se para en la cancha y ya sabe cómo juega al fútbol. No tiene necesidad ni de verlo correr.
¡Por favor! Pero ese día se ve que el tipo conocía. No era ni improvisado ni uno que agarra la manija porque está aburrido y para matar el tiempo se juega un metegol. De esos que usted trata de ayudarlos, de darles una mano pero al final el que queda como un patadura es usted. Cuando el culpable es el que tiene la manija. Y usted los escucha gritar: “¡Qué tronco es el siete ese! ¡Qué animal el wing!”. Hay que aguantar cada cosa. ¡Por favor! Pero ese día no. Ese día tuve suerte, lo que es importante en un debut. Y más en un River–Boca. Usted sabe bien cómo son estos partidos. Un clásico es un clásico, digan lo que digan ahora yo ya tengo como 30.000 clásicos jugados y así y todo, le digo, todavía cuando escucho el pique de la primera pelota en la mitad de la cancha me pongo nervioso. Parece mentira. Es que son partidos muy parejos. Somos equipos que nos conocemos mucho. Pero aquél día tuvimos suerte, por lo menos los de adelante. De la mitad de la cancha para adelante la rompimos, la hacíamos de trapo. “Tachola”, me acuerdo que se llamaba el que tenía la manija. Me acuerdo porque le gritaban permanentemente y además porque durante cuatro años vuelta a vuelta venía al club y jugaba. ¡Cómo sabía ese tipo! Lo arruinó la bebida. Cuando llegaba en pedo yo me daba cuenta porque nos hacía hacer molinetes y cada cagada que ni le cuento. Un día me hizo hacer un molinete y yo cacé un chute que la pelota saltó del metegol e hizo sonar un vaso. Me
quería hacer pagar a mí el desgraciado. Pero cuando estaba sobrio era un león. Y ese día la gasté. En la defensa no andábamos tan bien porque el que manejaba a los tres era un salame. Un paspado. Pero
con los de adelante bastaba. No hay mejor defensa que un buen ataque, mi
amigo, eso lo sabe cualquiera. ¡Por favor! Ahora se meten todos abajo. Están locos. Tres pepas hice ese día. Y las otras tres se las serví al nueve, al morochón. Y no tenía bigotes. Lo que pasa es que algún mocoso se los pintó con birome para que se pareciera a Luque. Un gol, me acuerdo, un gol, la bola rebotó en el corner y se me vino. Íbamos perdiendo uno a cero, porque ¡ojo! habíamos arrancado perdiendo, y la hinchada bramaba. La puse debajo de la suela y casi la astillo. La empecé a pisar y me la traje despacito para el medio. El nueve se fue para la izquierda y el once también, para abrirme un buco. Yo la amasé y un par de veces amagué el puntazo, pero el fullback me tapaba el tiro y no veía ángulo para el taponazo. Le cuento que yo no le hago asco a patear y cuando veo luz le sacudo. A mí no me vengan con boludeces. Pero el rubio que me marcaba me tapaba bien. Entonces yo agarro y la engancho de nuevo para afuera, para mi lado, como para meterle
un derechazo cruzado, al segundo palo, a la ratonera. ¡Si habré hecho goles así! Y cuando el rubiome sigue para taparme y el arquero cubre el primer palo, de revés nomás, cortita, la toco para el medio. Y el nueve, sin pararla ché, le puso semejante quema que abolló la chapa del fondo del arco. ¡Qué golazo!
¡Lo que fue eso! Yo lo había escuchado al Negro, lo había escuchado. Cuando yo me abrí para la derecha vi que la defensa se venía conmigo. Y lo escuché al Negro que me grita: “¡Ah!”. Y se la toqué. Lo mató el Negro. Lo mató. La hacemos siempre a ésa. Diga que ya nos conocen. ¡Qué partido fue ése! Y para esta noche tenemos uno lindo. Si es que vienen los muchachos. Porque los escuché decir que iban a las maquinitas. Siempre hablan de las maquinitas. Vaya a saber qué es eso. Acá una vez al club trajeron una. Yo siempre escuchaba unos ruidos raros, unas cosas como “pluic”, “plinc”, “clun” y unas sacudidas. Unas luces. Pero después no lo sentí más. Dicen que se le jodió algo adentro a la máquina, algún fusible y nunca hay guita para comprarlo. Son máquinas delicadas. De ésas que hacen los yanquis. Por eso los muchachos siempre vuelven. Porque el fútbol es el fútbol. Esa es la única verdad. ¡Qué me vienen con esas cosas! Son modas que se ponen de moda y después pasan. El fútbol es el fútbol, viejo. El fútbol. La única verdad. ¡Por favor!

En El mundo ha vivido equivocado, Ed. De la Flor, Bs.As.,
1997.

"Fútbol y cultura, esa es la cuestión", Alejandro Apo


La línea es muy difusa, casi imperceptible.
La vehemencia de Alejandro Apo para argumentar arrastra esa línea contra un extremo. Y no tiene dudas cuando sentencia: «El fútbol y todo lo que tiene que ver con el fútbol es parte de la cultura».
Claro, el hombre que habla con postura de profesor está impregnado de fútbol y de barrio casi en partes iguales. Y también de literatura. El debate se reabre, pues: ¿el fútbol es parte de la cultura? Una duda que intelectuales y futboleros llevaron al límite de la tensión sin mirarse a la cara durante décadas. No es que ahora tenga una sentencia definitiva, pero la aparición del libro "Y el fútbol contó un cuento", que acaba de salir, es una buena aproximación.
La pluma inolvidable de Isidoro Blaisten, la frescura en la escritura de Roberto Fontanarrosa, la elegancia en el decir de Mempo Giardinelli, la gracia para contar de Juan Sasturain y la profundidad narrativa de Mario Benedetti, por citar sólo algunas espadas de esta antología que editó Alfaguara, se «bajan» al campo de la pelota y su gente para contar
historias pícaras, conmovedoras y profundas.
“¿Se bajan?” Salta Apo con su tono de voz grave y resonante: «El fútbol es un vehículo de ideas y de sentimientos. Los intelectuales hacían síntesis cuando te querían atacar, cuando no oían las voces que salían de la ebullición del barrio. Decían: ‘dejalos, son futboleros’. Un ataque a lo popular, en verdad".
Apo no es ni escritor ni actor, pero seleccionó estos cuentos y prologó este libro y desde hace diez años encabeza con gran éxito un espectáculo sobre el fútbol, la literatura, la música, con el que recorre la Argentina. Claro que su voz se asocia con el comentario dominguero (o cuando sea, hay fútbol todos los días, casi) al lado del Víctor Hugo Morales, por radio Continental, desde donde también le pone calidez a cada madrugada con su ya clásico "Dondequieras que estés".
Con algunos pergaminos que dan los años y los logros de la profesión, Apo se da el gusto de mantener viva la pelea por hacer entender que el fútbol es parte de la cultura. "Los futboleros no sólo somos personas que hablamos de fútbol. Somos tipos involucrados en la cultura popular. Algunos intelectuales se cerraron y quisieron hacer creer que, por ejemplo, Fontanarrosa era un escritor menor porque escribía de fútbol y de humor... No, los futboleros también leemos a Unamuno y sabemos qué es La madre, de Gorki; no somos estúpidos. Eso es una posición política: Fútbol y cultura, esa es la cuestión la discriminación, los animales, los cabecitas negras... Ahora los intelectuales están mucho mejor porque ven que pierden el tren si se quedan afuera de la cultura popular ¡Cómo vas a dajar afuera de la cultura popular al Negro Dolina! Los dioses griegos con los muchachos del barrio... El fútbol es un magnífico patio para contar historias de la gente. Muchas veces la pelota es la excusa», dice durante
la charla con LA NACION en el reservado de un Café Tortoni repleto.
Alejandro Apo se reconoce como un tipo de barrio. Era de Villa Urquiza. Y recuerda aquellos años de su niñez y juventud con añoranza. «En casa el fútbol era un lenguaje: mi viejo, el verdadero Apo [Alfredo, el creador de la Polémica en el fútbol] me mostró el camino... la vocación la tenía dirigida. A mi casa venían Panzeri, Ardizzone. Y Mario Trucco, un maestro para mí", memora.
Es cierto que no hace falta indagar demasiado en por qué tiene marcado a fuego el sello del fútbol. Hay también una explicación para su pasión por la
literatura: "En casa, mi mamá, que aún ahora sigue enseñando a leer cuentos, organizaba después de cada comida, por la noche, lecturas en voz alta. Cada uno de ellos y de mis hermanos leía un cuento y después lo dicutíamos. ¿Sabés lo que era para un chico que su opinión fuera escuchada y respetada? Yo aprendí a leer a Cortázar y a Borges de pibe, con mi familia..."
Con esos argumentos como pilares retoma el debate. "El fútbol es un juego de hombres, no de matones. A los futboleros nos discriminaron mucho, nos metieron en el clima de que somos todos violentos, energúmenos... ¿Por qué? Decían ellos, los intelectuales, que sólo se habla de la pelota o de la jugada. Es como un mandato para degradar.
-Pero el fútbol da argumentos con la violencia, la discrecionalidad...
-No hablemos, no hablemos. Ahora el fútbol no tiene salida. Pero ése no es el fútbol que añoro... éste es un fútbol de la TV, del show bussines. ¡Los árbitros le dan un beso a los jugadores! Mirá si el Pato Pastoriza, Perfumo, el Coco Basile se iban a bancar eso.
-Entonces el fútbol...
-...Es cultura popular. Es una fascinante mezcla de libros y calles. Y el fútbol es también eso: el potrero y el mundial.

Por Alejandro Di Lázzaro de la Redacción de LA NACION
para "ADN Cultura". Sábado 8 de setiembre de 2007.

ARTE (frases)

"La inspiración es trabajar todos los días."
Charles Baudelaire (1821-1867); poeta francés.

"La pintura es el arte de proteger la superficie plana
de los daños del clima para exponerla a los daños
de la crítica."
Ambrose Bierce (1842-1914); escritor y periodista
estadounidense.


"El arte es la perfección de la naturaleza. La naturaleza
hizo un mundo y el arte otro."
Sir Thomas Browne (1605-1682); escritor y médico inglés.


"El arte no reproduce lo visible, sino que hace visible."
Paul Klee (1879-1940); pintor suizo.


"El arte es una rebelión contra el destino."
André Malraux (1901-1976); escritor y político francés.


"A los doce años sabía dibujar como Rafael, pero
necesité toda una vida para aprender a pintar como
un niño."
Pablo Picasso (1881-1973); pintor, grabador, escultor, ceramista,
muralista, escenógrafo y figurinista español.


"Una obra de arte que encierre teorías es como un objeto
sobre el que se ha dejado la etiqueta del precio."
Marcel Proust (1871-1922); escritor francés.


"El pop art es un arte publicitario que se publicita
como arte que odia la publicidad."
Harold Rosenberg (1906-1978); escritor y crítico de arte
estadounidense.


"Arte bello es aquel en el que la mano, la cabeza y el
corazón marchan juntos."
John Ruskin (1819-1900); crítico de arte y escritor inglés.


"No hay normas o muestras para la producción de
una gran obra de arte. No sería arte sino fabricación
sobre medida."
John Ruskin (1819-1900); crítico de arte y escritor inglés.

"El hombre sin espíritu musical y que no se conmueve
con la armonía de dulces sonidos, es capaz de todas
las traiciones, insidias y latrocinios."
William Shakespeare (1564-1616); poeta y dramaturgo inglés.


"Sólo la realidad tiene derecho a ser inverosímil. El
arte, nunca. He aquí por qué el arte no debe confundirse
con la vida."
Émile Verhaeren (1855-1916); poeta belga en lengua francesa.


"Para un artista la libertad es tan indispensable como
el talento y la inteligencia."
Máximo Gorki (nacido Alexei Maximovich Pechkov)
(1868-1936); novelista soviético.


"Si yo pinto mi perro exactamente como es, naturalmente
tendré dos perros, pero no una obra de arte."
Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832); poeta, dramaturgo
y polígrafo alemán.


“Pensar la música y pensar el arte es pensar el país
también(…). Uno puede creer que hace música porque
sí: para entretener, para encantar, para seducir
a alguien, transmitirle algo a alguien, tal vez menos
para enseñar. Pero uno hace música también porque,
de algún modo, uno encarna un pensamiento sobre
el país. La voz, cuando canta piensa un territorio,
una cultura, una geografía."
Liliana Herrero. Cantante argentina.
Entrevista, octubre de 2007.


“Lo que canto es un diario mío. Uno, con las canciones,
se va haciendo un diario de su vida”
Pity Alvarez. Músico argentino.
Entrevista, noviembre de 2005.


“Como artista ves la luz que ilumina, jugás con los
colores de la llama, tomás un hierro, con temperatura
y con golpes le das formas según tu imaginación. Se
mezcla el obrero y el artista para crear figuras, cada
una de esas obras nos representa.”
Fredy Gonzalez. Obrero naval que participó de una experiencia
de “arte obrero” con el artista Alejandro Marmo (2007).